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EZLN: Las artes, las ciencias, los pueblos originarios y los sótanos del mundo

lundi, février 29th, 2016

Las artes, las ciencias, los pueblos originarios y los sótanos del mundo.

EJÉRCITO ZAPATISTA DE LIBERACIÓN NACIONAL.

MÉXICO.

Febrero del 2016.

Para: Juan Villoro Ruiz:

Hermano:

Celebro que el resto de la familia bajo protesta esté bien, y agradecemos que hayas sido el mensajero para hacerles llegar nuestros saludos y los obsequios que les enviamos (aunque sigo pensando que corbatas y ceniceros o floreros hubieran sido una mejor opción).

En el momento de tratar de continuar estas letras, recordé tu texto “Conferencia sobre la lluvia” (editorial Almadía, 2013) escrito, creo, para teatro, y que leí imaginando, de seguro con torpeza, la escenografía y los gestos y movimientos de quien tuviera a cargo el monólogo, sintiendo la interpelación más que acusando recibo de ella. El inicio, por ejemplo, es una síntesis de mi vida: el lacónico “¡Perdí los papeles!” del primer renglón, bien da para una enciclopedia si lo anclo en los calendarios y geografías de este continuo caer y recaer que he sido.

Porque, invariablemente, después del saludo de apertura en una epístola, pierdo las ideas (“la tonelada” dicen los compas cuando se refieren al tono en una canción). Quiero decir, el objetivo concreto de la carta. Cierto que el dilucidar quién es el receptor podría ayudar, pero no pocas veces el destinatario es un oído hermano al que se quiere provocar no necesariamente una respuesta, pero siempre un pensamiento, una duda, un cuestionamiento, pero no que paralice, sino que motive más pensamientos, dudas, preguntas, etcéteras.

Entonces, tal vez como al bibliotecario-conferencista que protagoniza la obra, salen palabras que no se buscaron propositivamente, sino que ahí estaban, acechando, esperando un descuido, una grieta en lo cotidiano, para asaltar el papel, la pantalla, o esa hoja arrugada que ¿dónde-diablos-la dejé-ah-aquí-está-¿cuándo-escribí-yo-esta-idiotez-? Las palabras dejan entonces de ser escudo y barricada, lanza y espada, y se convierten, muy a nuestro pesar, en espejo frente al que uno se devela y desvela.

Claro, el bibliotecario puede acudir a sus pasillos flanqueados por estantes, con su orden alfabético y numérico, con sus calendarios y geografías dibujando un mapa de tesoros literarios; buscar entonces en la “O” de “olvido” y ver si ahí encuentra lo que perdió. Pero acá, en este continuo traslado, la idea de una biblioteca, así sea mínima y portátil, es una quimera. No creas, vi con esperanzas infundadas los libros electrónicos (en un “USB” -o “pendrive” o “memoria externa”- podría cargar si no la biblioteca de Borges, sí al menos una mínima: Cervantes, Neruda, Tomás Segovia, Le Carré, Conan Doyle, Miguel Hernández, Shakespeare, Rulfo, Joyce, Malú Huacuja, Eduardo Galeano, Alcira Élida Soust Scaffo, Alighieri, Eluard, León Portilla y el mago de la palabra: García Lorca, entre otros). Pero nada, si el bibliotecario pierde los papeles, yo los dispositivos usb, y a saber dónde andan.

Pero no creas, uno tiene sus fantasías vergonzantes. En los usb de libros electrónicos solía poner una miscelánea de autores, pensando en que los perdería y estarían juntos y, tal vez, no sé, después de todo la literatura es el género de lo imposible concretado en letras, podrían “comparticionarse” entre ell@s.

La literatura es un lugar en el que llueve, has hecho decir al conferencista en desgracia, obligado a desnudarse, sin el ropaje de sus apuntes, para mostrarse como es: vulnerable.

Entonces imagina un usb con ésos u otros artistas de la palabra. Imagina que empieza a llover. Imagina lo que hablan entre sí, mientras buscan que una gota no les arruine el código binario en el que viven y entonces empiecen los malos entendidos: 0-1-0-mancha-1-borrón-0-0-borrón-1 o lo que sea, y ya empieza el “¡cómo se atreve usted!” y vuelan de un lado a otro los “fuck you”, “que te doy una hostia”, “son pavadas”, “a la chingada”, “vous êtes fou”, “va’ fa’ ta culo”, mientras Alcira reparte su “Poesía en Armas” mimeografiada, algo que no creo que apacigüe los ánimos beligerantes. En fin, que todas las expectativas venturosas arruinadas… por la lluvia.

Claro que, mutatis mutando, en tus letras es un gato el exiguo auditorio del conferencista, y acá es un gato-perro con su lucezita que igual se desconciertan con lo que escribo, como si no fueran de por sí desconcertantes un gato-que-es-perro-que-es-gato-que-es-perro y una luz acurrucada en la sombra.

¿Divago? Es lo más seguro. Después de todo, esa compartición imposible dentro de un usb que confía en que la lluvia no le arruine el coloquio, no es más que una fantasía.

Pero si para el conferencista es la lluvia, para esta misiva el tema es… la tormenta.

Permíteme entonces que aproveche estas líneas para seguir nuestro intercambio de reflexiones sobre la crisis compleja que se avecina, según algunos, o que ya está, según otros.

Alguien ha dicho por ahí que nuestra visión (plasmada ahora en la tipografía del libro “El Pensamiento Crítico frente a la Hidra Capitalista. Participación de la Comisión Sexta del EZLN”), es apocalíptica y más cercana a Robert Kirkman y su “The Walking Dead” (el comic y la serie televisiva, inspirada o no, en él), que a Milton y Rose Friedman y su “Libertad de Elegir” (el libro y las políticas económicas que encuentran ahí su coartada). Que nos equivocamos por no ser ortodoxos, o que nos equivocamos por ser demasiado ortodoxos. Que no va a pasar nada, que al levantarse cada mañana estará lo necesario para el desayuno, que el perro del vecino seguirá ladrándole al camión de la basura, que al abrir el grifo del lavabo saldrá agua y no un sonido de ultratumba. Que somos sólo pajarracos de mal agüero que, además, no tenemos impacto mediático o académico (aunque cada vez más son lo mismo).

En fin, que la máquina funciona y cada quien está donde debe de estar. Las sacudidas son esporádicas y son sólo eso, sacudidas, y que las turbulencias son pasajeras y debidas a que alguien se resiste a estar donde debe estar. Como se descompone un reloj si un engranaje o resorte se salen de su lugar y el Estado es el “relojero” que elimina la pieza rota y la sustituye por otra.

¿El Apocalipsis (todo incluido)? ¿El diluvio universal? ¿La humanidad prisionera en el ferrocarril aparentemente eterno e inmortal de Snowpiercer (la película del surcoreano Bong Joon-ho, titulada “Rompenieves” en el dvd de “producción alternativa” que me llegó -y que ahora no encuentro-), y reproduciendo dentro de él la misma inhumanidad que, queriendo resolver el calentamiento global, indujo el enfriamiento del planeta?

Nada más alejado de nuestro pensamiento. Nosotras, nosotros, zapatistas, no creemos que el mundo se vaya a acabar. Sí pensamos que el que conocemos actualmente se va a colapsar, y que su implosión va a acarrear multitud de desgracias humanas y naturales.

Sobre si esa implosión ya está en marcha o está por definirse, su duración y término, se puede debatir, argumentar, cuestionar, afirmar o negar. Pero hasta donde sabemos, no hay quien se atreva a negarla. Todos allá arriba aceptan que la máquina está fallando, y ensayan una y mil soluciones, siempre dentro de la lógica de la máquina. Pero hay quien quiere romper con esa lógica y asevera: la humanidad es posible sin la máquina.

Sin embargo, como lo que somos, no nos preocupa tanto la tormenta. Después de todo, han sido siglos de tormenta para los pueblos originarios y los desposeídos de México y del mundo, y si algo se aprende abajo es a vivir en condiciones adversas. La vida entonces, y en contados casos la muerte, es una lucha continua, una batalla librada en todos los rincones de los calendarios y geografías. Y no hablo aquí de las mundiales, sino de las personales.

Como se puede concluir en una lectura atenta de nuestra palabra, el nuestro es un mensaje que va más allá de la tormenta y sus dolores.

Es nuestra creencia que la posibilidad de un mundo mejor (no perfecto ni acabado, dejemos eso para los dogmas religiosos y políticos) está fuera de la máquina y su posibilidad se sostiene en un trípode. O más bien en la interrelación entre tres columnas que han pervivido y perseverado, con sus altibajos, sus pequeñas victorias y sus grandes derrotas, a lo largo de la breve historia del mundo: las artes (exceptuando de estas últimas a la literatura), las ciencias y los pueblos originarios con los sótanos de la humanidad.

Tal vez te preguntes, un poco por curiosidad y otro mucho por la interpelación directa que te supone, el por qué pongo en un compartimento excluso a la literatura. Permíteme que lo diga más adelante.

Notarás que, abandonando a los clásicos, no he puesto a la política entre las vías de salvación. Conociéndonos un poco (con todo y que no aparezcamos ni en interiores de las páginas de los medios, hay bibliografía propia y abundante para quien tiene un interés honesto en saber de qué va el zapatismo), es claro que nos referimos a la política clásica, a la política “de arriba”.

Escucha, Juan, hermano, yo sé que eso da no para otra carta, sino para una biblioteca ya que en ésas estamos, así que permíteme que deje ese punto en el aire. No porque sea menos importante o trascendente en la tormenta, sino porque ya “agarré camino”, como dicen los compas, y si sigo cualquiera de las bifurcaciones con las que me tienta la palabra, corres el riesgo de que esta carta nunca te llegue, no por la lluvia, sino por inconclusa.

He puesto “las artes” porque son ellas (y no la política) quienes cavan en lo más profundo del ser humano y rescatan su esencia. Como si el mundo siguiera siendo el mismo, pero con ellas y por ellas pudiéramos encontrar la posibilidad humana entre tantos engranajes, tuercas y resortes rechinando con mal humor. A diferencia de la política, el arte entonces no trata de reajustar o arreglar la máquina. Hace, en cambio, algo más subversivo e inquietante: muestra la posibilidad de otro mundo.

Puse “las ciencias” (y me refiero aquí especialmente a las llamadas “ciencias formales” y a las “ciencias naturales”, considerando que las sociales aún tienen algunas cosas que definir -ojo: sin que esto implique una demanda y exigencia-) porque tienen la posibilidad de reconstruir sobre la catástrofe que ya “opera” en todo el territorio mundial. Y no hablo de “reconstruir” en el sentido de retomar lo caído y armarlo de nuevo, a imagen y semejanza de su versión antes de la desgracia. Hablo de “rehacer”, es decir, “hacer de nuevo”. Y los conocimientos científicos pueden entonces reorientar la desesperación y darle su sentido real, es decir, “dejar de esperar”. Y quien deja de esperar, podría empezar a actuar.

La política, la economía y la religión dividen, parcelan, parten. Las ciencias y las artes unen, hermanan, convierten las fronteras en ridículos puntos cartográficos. Pero, cierto, ni unas ni otras están exentas de la feroz división de clases y deben elegir: o contribuyen al mantenimiento y reproducción de la máquina, o contribuyen a mostrar su necesaria supresión.

Como si en lugar de re-etiquetar la máquina, embelleciéndola o afinándola, el arte y la ciencia plantaran, sobre la cromada superficie del sistema, un letrero lacónico y definitorio: “CADUCO”, “Tiempo Transcurrido”, “para continuar viviendo deposite otro mundo”.

Imagina (a tu generación algo le debe haber tocado de John Lennon, la mía es más de sones y huapangos), imagina que todo lo que se gasta en política (por ejemplo, en elecciones por votación y elecciones por guerra, tan antidemocráticas unas como las otras –“la política y la economía son la continuación de la guerra por otros medios”, debió haber dicho Clausewitz si hubiera partido de la ciencia social), se dedicara a las ciencias y las artes. Que en lugar de campañas electorales y militares hubiera laboratorios, centros de investigación y divulgación científica, conciertos, exposiciones, festivales, librerías, bibliotecas, teatros, cines, y campos y calles donde reinaran las ciencias y las artes, y no las máquinas.

Claro, nosotras, nosotros, zapatistas, estamos convencidos de que eso es posible sólo fuera de la máquina. Y que hay que destruirla. No reajustarla, no maquillarla, no hacerla “más humana”. No, destruirla. Si algo de sus restos sirve, que sea como muestra de que no hay que repetir la pesadilla. Como si sólo fuera un referente al que se mira por el “Espejo Retrovisor” mientras se deja atrás el camino.

Pero no dudamos que haya alguien que piense o crea que es factible dentro de ella, sin alterar su funcionamiento, cambiando de maquinista o viendo que los vagones más suntuosos redistribuyeran su riqueza para que algo (tampoco mucho, no hay que exagerar), les llegara a los vagones traseros. Claro, siempre recalcando que cada quien está donde debe de estar. Pero la candidez, hermano, suele ser uno de los ropajes de la perversidad.

Y he mencionado a los pueblos originarios y los sótanos mundiales, bueno, pues porque son quienes más oportunidad tienen de sobrevivir a la tormenta y los únicos con la capacidad para crear “otra cosa”. Alguien tiene que responder mañana a la pregunta “¿Hay alguien en la Tierra?”. Y aquí la palabra presenta, no sin coquetería provocadora, otra bifurcación que, en bien de esta misiva, evito con mi conocido recato.

He dicho antes, socarrón y pendenciero, que las artes, exceptuando a la literatura. Bueno, porque creo (y esto es individual) que a la literatura le tocaría crear los lazos entre esos 3 pies, y dar cuenta del proceso, afortunado o no, de su interrelación. Le toca ser “El Testigo”. Pero lo más seguro es que yo esté equivocado o sólo sea que, en este juego de cartas, he destapado la del “Joker” para preguntar “¿Por qué tan serios?”.

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¿Qué queremos? La clave para entender el mensaje subterráneo del zapatismo está en los pequeños relatos que, sobre la niña indígena autodenominada “Defensa Zapatista”, aparecen en el libro de “El Pensamiento Crítico frente a la Hidra Capitalista”.

Imaginar lo que, por necesario y urgente, parece imposible: una mujer que crezca sin miedo.

Claro que cada geografía y calendario agrega sus cadenas: indígena, migrante, trabajadora, huérfana, desplazada, ilegal, desaparecida, violentada sutil o explícitamente, violada, asesinada, condenada siempre a agregar pesos y condenas a su condición de mujer.

¿Qué mundo sería parido por una mujer que pudiera nacer y crecer sin el miedo a la violencia, al acoso, a la persecución, al desprecio, a la explotación?

¿No sería terrible y maravilloso ese mundo?

Así que si alguna vez me pidieran a mí, sombra fantasmal de nariz impertinente, que definiera el objetivo del zapatismo, diría: “hacer un mundo donde la mujer nazca y crezca sin miedo”.

Ojo: no estoy diciendo que en ese mundo ya no habría esas violencias acechándola (sobre todo porque igual se puede acabar varias veces el planeta, pero no lo peor de nuestra condición de varones).

Tampoco digo que no haya ya mujeres sin miedo. Que su empeño rebelde les haya conseguido esa victoria en la batalla cotidiana, y que sepan que ganan batallas. Pero no la guerra. No, hasta que cualquier mujer en cualquier rincón de las geografías y calendarios mundiales crezca sin miedo.

Hablo de la tendencia. ¿Podríamos afirmar que la mayoría de las mujeres nacen y crecen sin miedo? Creo que no, y probablemente me equivoque y es seguro que arribarán cifras, estadísticas y muestras de que estoy equivocado.

Pero, en nuestro limitado horizonte, percibimos el miedo, miedo porque pequeña, miedo porque grande, miedo porque delgada, miedo porque gorda, miedo porque bonita, miedo porque fea, miedo porque embarazada, miedo porque no embarazada, miedo porque niña, miedo porque joven, miedo porque madura, miedo porque anciana.

¿Vale la pena empeñar el paso, la vida y la muerte en tal quimera?

Nosotras, nosotros, zapatistas, decimos que sí, que vale la pena.

Y en ello ponemos la vida que, aunque es poco, es todo lo que tenemos.

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Sí, tienes razón en que no faltará quién nos tache de “ingenuos” (en el mejor de los casos, porque en todos los idiomas hay sinónimos más crudos). / Este procesador de textos, un software libre y de código abierto, me gusta porque cada que quiero escribir “caso” o “casos”, el corrector me propone “caos”. Creo que el software libre sabe más de tormentas devastadoras que yo/.

En fin, ¿en qué estaba? ¡Ah!, las palabras perdidas, su naufragio en papeles o bites, los pueblos originarios y los sótanos de la humanidad convertidos en arca de Noé, las ciencias y las artes como islas salvadoras, una niña sin miedo como brújula y puerto…

¿Eh? Sí, coincido contigo en que el resultado de todo eso tiene más de caos que de caso, pero ésta es sólo una carta que, como todas las cartas debieran, se convierte en un avioncito de papel con la intimidante insignia de “Fuerza Aérea Zapatista” dibujada en un costado, y allá va buscando a su destinatario. Porque a saber dónde andas Juan, hermano bajo protesta. Como decían las abuelas antes (no sé ahora), “ya sosiégate chamaco”, y ponte una chamarra o un abrazo porque hace frío y “el tema, ya lo sabes, es la lluvia”

Desde las montañas del Sureste Mexicano.

Subcomandante Insurgente Galeano.

México, febrero del 2016.

EZLN: La justicia pequeña se parece tanto a la venganza

samedi, février 27th, 2016

« No necesitamos pedir permiso para ser libres »

La justicia pequeña se parece tanto a la venganza. La justicia pequeña es la que reparte impunidad, pues al castigar a uno, absuelve a otros. – A partir de 1996, en ese momento, el EZLN le dio la espalda al gobierno y se dedicó de lleno a la construcción de la autonomía sin pedirle permiso a nadie. En 2003, anunciaron la creación de los caracoles —los centros administrativos y puntos de encuentro de las cinco grandes zonas del territorio zapatista— y las Juntas de Buen Gobierno, quizás el más audaz experimento en democracia participativa del planeta. Los zapatistas demostraban, en la práctica, que sí hay alternativas a la democracia electoral y al sistema liberal. Se aceleró entonces la construcción de la educación y la salud autónomas, los proyectos productivos, la participación de la mujer, la politización de la diferencia. Es imposible dar la importancia que se merece a la autonomía zapatista en unas cuantas líneas. Y, sin embargo, esta fase ha sido también la menos visible porque, cuando el EZLN cortó la comunicación con los de arriba, los medios le dieron la espalda….. – En fin, el mal gobierno mexicano absuelve a un holograma

FRADIN: Qu’est-ce que l’économie?

jeudi, février 25th, 2016

Qu’est-ce que l’économie?

Jacques Fradin

Lundi Matin

Lundi Matin

Chapitre 1 – Épisode 1

Chapitre 1 – Épisode 2

Quelques termes de l’économie : marché, concurrence, individualisme de masse.

Chapitre 1 – Épisode 3

La finance ou le commandement des réseaux.

Chapitre 1 – Épisode 4

Quelques termes de l’économie:
Production et consommation, envisagées comme fonctions économiques.

Chapitre 2 – Épisode 5

Chapitre 2: Petite traversée historique du néolibéralisme.
Épisode 5 : Proudhon, walras, héritiers des physiocrates et fondateurs du néolibéralisme.

Chapitre 2 – Épisode 6

Chapitre 2 : Petite traversée historique du néolibéralisme.
Épisode 6 : La planification par le marché, de Pareto à l’École de Toulouse (TSE, Laffont, Tirole)

Chapitre 3 – Épisode 7

III. Quelques formes de la domination économique

Épisode 7: Autogestion, économie sociale. Pourquoi l’économie alternative ne sera jamais une alternative à l’économie.

Chapitre 3 – Épisode 8

III. Quelques formes de la domination économique

Épisode 8: Comment comprendre l’hégémonie américaine?
Le néo-colonialisme du minautore financier.

Chapitre 3 – Épisode 9

III. Quelques formes de la domination économique

Épisode 9: Du libéralisme constructiviste (ou néolibéralisme) et de ses rapports aux dogmes néoclassiques.
L’économie est une technocratie.

EHS: Anacronismo

samedi, février 20th, 2016

Poema publicado no livro Entre Mentes…

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EHS: Cantiga Adulta Inspirada por uma Criança

jeudi, février 18th, 2016

Poema inédito publicado no blog À Solar Idade…

 Fac-símile com poema escrito, sob o pseudônimo "O Vate Travesso", por Ernesto Henriques da Silva, em meados dos anos 80.

Fac-símile com poema escrito, sob o pseudônimo « O Vate Travesso »,
por Ernesto Henriques da Silva, em meados dos anos 80.

EHS: Cansaço

jeudi, février 18th, 2016

publicado no blog Entre Mentes…

Cansaço

Fac-símile da matriz datilografada em dois tempos, ‘rabiscada’ e assinada pelo autor; Outra versão foi publicada na edição da coletânea Entre Mentes…, de 1975. Publicado no livro do 3º Concurso de Prosa e Poesia de Valinhos, em 1986.

BASCHET: En camino fuera del mundo del dinero

mardi, février 16th, 2016

Apuntes sobre la autonomía zapatista

Autor(es): Baschet, Jérôme

Baschet, Jérôme . Doctor en Historia de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París. Es profesor de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París y profesor de Historia en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Autónoma de Chiapas. Es autor de Adiós al capitalismo: autonomía, sociedad del buen vivir y multiplicidad de mundos (Buenos Aires: Futuro Anterior, 2014).


 

Claramente definida como anticapitalista, la lucha insurgente del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) ha dado paso a un proceso de construcción de otra realidad colectiva que bien puede considerarse, hoy en día, como una de las “utopías reales” más esperanzadoras, en medio del desastre generado por la locura destructora del mundo de la mercancía.[1] Se han comentado sobre todo los avances de la autonomía zapatista en materia de educación, salud y justicia, así como la conformación de instancias de gobierno por afuera de las instituciones oficiales de México, en una lógica opuesta a la de la forma-Estado.[2] Otro aspecto menos analizado se refiere a lo que en términos capitalistas habría de nombrarse “economía” –pero, para nosotros, se trata precisamente de salir de la economía, es decir de la centralidad que esta adquirió, de manera específica, en el mundo social moldeado por el capitalismo.

Estos breves apuntes sólo pretenden resaltar la necesidad de una reflexión más amplia y se centrarán en la relación con el dinero y el trabajo[3] (otras cuestiones no podrán abordarse, por ejemplo la del tiempo, siendo fundamental subrayar que la temporalidad en los territorios zapatistas escapa claramente al dominio del tiempo abstracto capitalista). Trataré de sugerir que, si bien los zapatistas saben perfectamente que aún no pueden huir del todo de la realidad sistémica dominante, luchan día a día para defender y profundizar formas de vida que, en lo esencial, no son determinadas por las categorías capitalistas fundamentales. 

 

Lo que se piensa y se dice sobre el dinero y el trabajo

 

En los comunicados zapatistas, resulta omnipresente la crítica del mundo del dinero y el culto que se le rinde al Dios Dinero. De manera más concreta, durante una de las cesiones de la Escuelita zapatista[4], en agosto de 2013, una maestra se paró en medio de su explicación y presentó dos bolsas, una con monedas, otra con maíz. La conclusión de la lección fue que el maíz es vida y el dinero muerte.

Al mismo tiempo, los zapatistas tienen claro lo que falta para que los territorios rebeldes puedan considerarse un mundo plenamente liberado de la barbarie capitalista. Esta los rodea, los agrede y trata por todos los medios posibles de acabar con su dinámica antisistémica. De esto, Maximiliano, el Votán que me acompaño durante la Escuelita tenía una conciencia lúcida, al mismo tiempo que resaltaba todo lo que se ha logrado construir en la autonomía: “¿Podemos decir que estamos fuera del sistema? Eso no. Ahora, estamos viviendo adentro del sistema; por eso necesitamos del dinero, todavía”. De hecho, el dinero sigue siendo indispensable para conseguir las mercancías capitalistas que nuestro hacer no tiene la capacidad de producir (es decir, hay una parte de los medios de producción capitalistas que no es solamente superflua y destructiva, y que, por ahora, está en manos de ELLOS). Pero es de resaltar, en el comentario de mi Votán, el “todavía” que traza el rumbo hacia un mundo en el cual el dinero, como equivalente general, habrá dejado de ser necesario.

En cuanto al trabajo, existe, como veremos, un rechazo práctico a sus formas capitalistas, pero no parece emerger una crítica explícita de la categoría-trabajo, comparable a la denuncia reiterada del dinero. Al contrario, es omnipresente la palabra “trabajo” en el hablar de las bases de apoyo zapatistas, no sólo para referirse al trabajo en el mundo capitalista (y, sobre todo, en las fincas en las cuales sus padres y abuelos fueron explotados tan duramente), ni tampoco solamente a las tareas en el campo y en la milpa. Al leer el reciente libro de Paulina Fernández (2014), Justicia autónoma zapatista, podemos observar que se usa para casi cualquier tipo de actividad, trátese de los cargos en los gobiernos autónomos (por ejemplo, el “trabajo como miembro de una Junta de buen gobierno”) o de los “trabajos de la organización” (las reuniones y demás tareas organizativas en el EZLN).[5] Hasta el conjunto de la lucha por la autonomía puede designarse como “ese trabajo que estamos haciendo”. La palabra abarca casi todo el hacer, en cualquier ámbito de la vida, de tal suerte que se llega a concluir: “¡los zapatistas trabajan mucho más que los no zapatistas!”.

Entender la omnipresencia de esta palabra rebasa el formato de la presente nota e implicaría, entre otras cosas, oír a las bases de apoyo en sus lenguas maternas, mayas, y no en castellano. Quizás no daríamos cuenta de que, detrás de “trabajo”, está la palabra tsotsil a’mtel, que se refiere principalmente a los cargos, sobre todo tradicionales, a lo que se considera un servicio a la comunidad o, posiblemente, a otros tipos de actividades no remuneradas (ver Martínez González, 2015: 249). Habría que entender esta palabra “trabajo” con más precisión y en contraste con otras, pero puede suponerse que su omnipresencia resulta de una especie de colonialismo lingüístico y conceptual que contamina la percepción de la realidad con términos y valores importados del mundo dominante. De cualquier manera, lo que los zapatistas designan como trabajo poco tiene que ver con el significado de esta palabra en la sociedad capitalista. Si bien puede incluir una connotación de esfuerzo y hasta de sufrimiento, no se refiere, por lo general, al trabajo asalariado, explotado, enajenado, heterónomo, separado tanto de los medios de su realización como de su fin, sino al contrario a una actividad autónoma, un hacer propio o, mejor, un co-hacer en pro del buen vivir comunitario.

 

La tierra y la reapropiación de los medios del hacer

 

La tierra es la base de la autonomía zapatista. Una parte esencial se cultiva según el sistema tradicional de producción familiar para el autoconsumo (principalmente en tierras comunales o ejidales, conforme al legado de la Constitución de 1917, en su artículo 27). Defender este modelo implica una doble confrontación con la lógica del capitalismo neoliberal, el cual promueve: a) la eliminación de la propiedad ejidal y su transformación en propiedad privada (reforma al artículo 27 y subsecuentes programas de “certificación”, PROCEDE y demás); b) el aniquilamiento del campesinado mexicano como consecuencia del Tratado de Libre Comercio de América del Norte y la conversión a una agricultura de mercado basada en opciones de monocultivo (palma africana u otros). Resistir a esta maquinaria de destrucción es un enorme reto que las comunidades zapatistas comparten con otras comunidades del  país, indígenas o no, y al cual se agrega la firme oposición a los mega-proyectos productivos o de infraestructuras (minería, represas, autopistas, centros turísticos, etc.). Defender a sus territorios, en el marco de las luchas del Congreso Nacional Indígena, significa resistir de manera concreta y decidida a la absorción por el mundo del dinero y los circuitos de la mercancía, a la sumisión al trabajo dependiente y la heteronomía capitalista.

Pero los zapatistas no sólo defienden una forma de producción tradicional, basada en el hacer para sí mismo y para la comunidad, sino que buscan revitalizarla, profundizarla, ampliarla. A raíz del levantamiento armado del 1º de enero de 1994, decenas de miles de hectáreas de tierra fueron recuperadas por los miembros del EZLN: se consideran el suelo que ha hecho posible los avances de la autonomía.[6] En estas tierras, no se reproduce el modelo de la propiedad ejidal sino que se experimentan formas de uso colectivo de la tierra. Algunas de esas tierras se convirtieron en sustento de nuevos núcleos de población, mientras otras hacen posible lo que llaman “trabajos colectivos” (cultivos o ganadería). Estos son lo que permiten sostener la autonomía y en especial cubrir los gastos que derivan del funcionamiento de los consejos municipales y las Juntas de buen gobierno, o también los del sistema de salud, así como otras necesidades colectivas (por ejemplo, los gastos ocasionados por las movilizaciones e iniciativas políticas del EZLN).[7]

 

Los cargos en la autonomía, un servicio que se da

 

Quienes son electos y asumen durante dos o tres años un cargo[8] en las instancias autónomas (a nivel de la comunidad, en los consejos municipales o en las Juntas de buen gobierno) no reciben salario ni otro tipo de beneficio material (creando así un abismo de diferencia con el sistema constitucional mexicano en el cual los presidentes municipales, incluso en zonas rurales, perciben sueldos de hasta más de 200,000 pesos mensuales, algo como cien veces el salario mínimo). De las autoridades autónomas, los zapatistas subrayan que “no trabajan con dinero, simplemente trabajan por conciencia” (Fernández, 2014: 114). La autonomía política funciona sin tener que recurrir a la forma-salario, y muy poco al dinero. No podría ser más claro el contraste con los costos colosales que genera el aparato administrativo y el sistema político mexicanos, por ejemplo para la organización de las elecciones.

¿Cómo puede ser eso posible? a) La razón más general es que las instancias autónomas se han alejado radicalmente de la forma-Estado. En los consejos y las Juntas, la gente misma se hace gobierno, realizando sus tareas con la más extrema sencillez y sin necesidad de apoyarse en un cuerpo de burócratas profesionales. Esto sólo es posible en la medida en que se rechaza la absurda complejidad de un mundo dominado par las abstracciones del valor y el Estado y se regresa a la escala moderada de los problemas que tienen que ver realmente con la organización de la vida colectiva. b) Es posible hacer funcionar la autonomía sin la forma-salario y sin dinero porque la autonomía implica una radical des-especialización de la política. Rechaza la idea de la política como actividad monopolizada por una casta de (supuestos) expertos y plantea que “todos tenemos que ser gobierno”, incluso si creemos que no sabemos cómo hacerlo. En los territorios zapatistas, se dice que todos y todas “van a pasar como gobierno” y quienes asumen cargos durante un tiempo limitado no por esto suspenden sus actividades productivas habituales. En el caso de las Juntas de buen gobierno, ubicadas en los caracoles zapatistasque pueden encontrarse bastante lejos de los pueblos en donde viven sus integrantes, estos conforman equipos que se turnan por periodos de 10 a 15 días para así poder regresar frecuentemente a sus comunidades, cuidar a sus familias y encargarse de sus tierras. Esta no-especialización es una condición para que puedan seguir sosteniéndose por sí mismos, sin necesidad de dedicar recursos colectivos a su mantenimiento personal o familiar. Además, este sistema tiene la función de impedir que se abra una separación entre el mundo de vida de quienes asumen un papel especial en la elaboración de las decisiones colectivas y el universo común de los demás, lo que podría ser el germen para que se reproduzca una separación entre gobernantes y gobernados. c) Existen, sin embargo, gastos generados por la actividad de los consejos municipales y las Juntas de buen gobierno. Los que mencionan con más frecuencia son de transporte (de sus comunidades a la sede de la instancia autónoma o bien para llegar a donde tienen que analizar una situación o un proyecto). Son gastos mínimos –irrisorios en comparación con los presupuestos de los gobiernos constitucionales–, pero en la humilde escala de los recursos de las comunidades indígenas, son pesados e imposibles de asumir de forma personal. Es por esto que una de las funciones de los trabajos colectivos antes mencionados es la de poder cubrir las necesidades generadas por el hacer de las autoridades autónomas.

 

Impartir otra justicia, sin dinero

 

Entre los haceres que las autoridades autónomas realizan sin percibir salario ni otro tipo de remuneración, tiene una particular relevancia la impartición de justicia, tanto a nivel de la comunidad, del municipio como de la zona. Una de las características más sobresaliente de la justicia autónoma –y más contrastante con la justicia oficial– es, tal como los mismos zapatistas lo remarcan, que funciona absolutamente sin dinero (Fernández, 2014). Se imparte sin costarle un centavo a quienes acuden a ella, pues no tienen que pagar abogados, trámites y menos sobornos a jueces o policías corruptos. Hasta las actas de matrimonio se emiten sin los gastos que cobran las administraciones municipales oficiales. La justicia autónoma está abierta incluso a los no zapatistas que deciden recurrir a sus instancias; y se sorprenden mucho cuando, al pedir cuánto les van a cobrar, reciben como respuesta: “Nada, ni un peso, es por razón” (Fernández, 2014, cap. II, 4).

También la justicia zapatista ha eliminado de sus sentencias las multas en dinero. En esta justicia que no pretende castigar en base a las normas de un Derecho abstracto, sino mediar entre las partes para buscar soluciones concretas y permitir, en la medida de lo posible, una reconciliación, se privilegia la restitución de lo robado o la entrega de un bien útil, como por ejemplo una tierra que permita a la familia de la víctima hacer frente a sus necesidades. Muy a menudo, la sentencia incluye días de trabajo en beneficio de la familia de la víctima o de la comunidad. A veces, este trabajo comunitario viene calificado como “castigo”, pero en realidad habría que considerarlo más bien como una forma de reparación, que prepara la reconciliación con la comunidad. Cuando los zapatistas explican que la justicia autónoma sustituye las multas en dinero con días de trabajo, habría que entender que la eliminación de las primeras responde a la preocupación de evitar lo más posible entrar en los circuitos monetarios (trabajar o vender para conseguir dinero). Incluso si lo llaman a veces “castigo”, la sentencia en “trabajo” moviliza la capacidad de hacer proprio y, para la persona, no implica más dependencia que la de cumplir con un deber hacia la comunidad. A través de los cientos de casos resueltos por sus instancias, los zapatistas manifiestan que siempre hay una solución mejor que la que pasa por el dinero; lo expresan abierta y acertadamente al decir que, en la justicia autónoma, se trata de resolver “no económicamente” (Fernández, 2014: 211).

 

Educación y salud, sin la forma-salario

 

Los zapatistas han creado, de la nada y sin ningún apoyo institucional, un verdadero sistema educativo: han concebido su proyecto pedagógico, construido cientos de escuelas y formado los promotores que ahí atienden a los niños y jóvenes de las comunidades. Los cuadernos de la Escuelita mencionan –tan sólo para la región de los Altos, una de las cinco zonas zapatistas– 157 escuelas primarias autónomas en donde 496 promotores atienden a 4,886 alumnos. Los promotores de educación no reciben salarios; cuentan con el compromiso de cada comunidad de garantizarles lo necesario para su alimentación y demás necesidades básicas. Las soluciones pueden ser diversas en función de cada situación. Por ejemplo, si el promotor tiene su propia parcela de milpa, los miembros de la comunidad asumirán el compromiso de cultivarla mientras él se dedica a la enseñanza con sus hijos e hijas. Un sistema similar funciona en el caso de los promotores de salud, si bien para los que realizan sus misiones en las clínicas de zona, la situación es diferente y, más bien, son los trabajos colectivos los que permiten apoyarles en sus distintos gastos.[9]

 

En síntesis

 

La autonomía zapatista, en lo que se refiere a la educación, la salud, la justicia y las instancias de gobierno, ha logrado avances impresionantes sin recurrir a la forma-salario y de manera ampliamente desmonetizada. No significa que las comunidades zapatistas no necesiten dinero ni que no topen –en las actuales condiciones de dominación sistémica capitalista– con fuertes límites, principalmente por falta de recursos monetarios. Pero significa que han sabido encontrar en la potencia del hacer propio de mujeres y hombres rebeldes su recurso principal, en pro de las formas de vida asumidas y defendidas colectivamente. Otra dimensión no menos fundamental es la defensa de un modo de vida basada en la agricultura campesina y la firme negativa a permitir que venga destruida y sustituida por una agricultura comercial que significaría el más brutal sometimiento a los circuitos de la mercancía.

Esto contrasta tremendamente con la situación de los campesinos, indígenas o no, que aceptan los programas de gobierno, en especial los programas que, con fines contrainsurreccionales, promueven un asistencialismo centrado en formas dinerarias. Basta señalar que una parte considerable de los apoyos entregados en el marco de programas como “Oportunidades” terminan en compra de productos como alimentación chatarra o teléfonos celulares (de tal forma que contribuyen a hacer aún más rico a uno de los hombres más ricos del planeta). De cualquier manera, son escuelas de consumo que crean una dependencia hacia el dinero, que ya no puede satisfacerse en el marco de la agricultura tradicional, fomentando así tanto el paso a una agricultura comercial como la migración en busca de trabajo asalariado. Son varias las razones por las cuáles la autonomía zapatista se caracteriza por el estricto rechazo a los programas y “apoyos” gubernamentales.

Si bien son conscientes de los límites que la realidad sistémica capitalista impone hoy en día a la autonomía, los zapatistas han avanzado notablemente en la construcción de un mundo en el cual las relaciones sociales dejen de pasar, en lo esencial, por el dinero. Y si bien usan continuamente la palabra “trabajo”, lo que esta designa poco o nada tiene que ver con el trabajo heterónomo y dominado por la lógica abstracta del valor; más bien, se trata de un hacer propio que es parte de la construcción de formas de vida colectivamente asumidas, al margen de los circuitos del dinero y la mercancía.

Esta intensa batalla moviliza a la vez energías muy concretas y capacidades de esperanza; implica, por parte de los forjadores de la autonomía zapatista, cierta forma de heroísmo cotidiano. Se da en una tensión fuerte entre la parte de la vida colectiva que el fortalecimiento del hacer de las comunidades les permite definir autónomamente y la que aún se les escapa (por la parte de los medios de producción que siguen controlados por el mundo del capital, obligando a vender productos para poder adquirir ciertas mercancías). Se trata de un proceso, un arduo caminar fuera del mundo del dinero, cuyo rumbo está sin embargo claramente dibujado.

 

 

Bibliografía

 

Baschet, Jérôme, Adiós al capitalismo. Autonomía, sociedad del buen vivir y multiplicidad de mundos. Buenos Aires: Futuro Anterior, 2014.

Holloway, John, Agrietar el capitalismo. El hacer contra el trabajo. Buenos Aires: Herramienta,  2011.

Fernández, Paulina, Justicia autónoma zapatista. Zona Selva Tzeltal, San Cristóbal de Las Casas, Universidad de la Tierra, cideci-unitierra, 2014.

Grupo Krisis, Manifiesto contra el Trabajo. Disponible en: http://www.krisis.org/1999/manifiesto-contra-el-trabajo (último acceso: 25/9/2015).

Jappe, Anselm, Crédito a muerte. La descomposición del capitalismo y sus críticos. Logroño: Pepitas de calabaza, 2012.

Martínez González, Rocío Noemi, K’in tajimol. Danse, musique, gestes et parole comme mémoire rituelle. Une analyse du carnaval maya-tsotsil à San Pedro Chenalhó et Polhó (Chiapas, Mexique). Tesis doctoral. París: École des Hautes Etudes en Sciences Sociales, 2013.

Postone, Moishe, Tiempo, trabajo y dominación social. Una reinterpretación de la teoría de Marx. Madrid: Marcial Pons, 2006.

Resistencia autónoma. Cuaderno de texto de primer grado del curso de “La libertad según l@s Zapatistas”. Disponible en: http://www.mediafire.com/download/e8g6j696qzupt8m/Resistencia+auton%C3%B3ma.pdf (último acceso : 26/9/2015)

 


Artículo enviado especialmente para su publicación en Herramienta.

 

[1]. Una autopresentación de la autonomía zapatista en voz de sus forjadores puede encontrarse en EZLN, Cuadernos de texto de primer grado del curso de “La libertad según l@s zapatistas” 4 (2013).

[2]. Para una presentación más completa, remito a mi libro: Baschet (2014).

[3]. Sobre la crítica a la noción de trabajo, véanse Postone (2006); Holloway (2011); Grupo Krisis; Jappe (2012).

[4]. Sobre esta experiencia, véase el libro colectivo, La Escuelita zapatista, Guadalajara, Grietas editores, 2014.

[5]. Ibíd., por ejemplo págs. 116-117, 124, 126, 128-129, 183-184, 196, 202, 204, 376.  En un párrafo de 18 renglones, las explicaciones de los compañeros zapatistas sobre los cargos en las instancias autónomas recurren 15 veces a la palabra “trabajo” (págs. 187-188).

[6]. Subcomandante Marcos, intervención en el Primer Coloquio internacional In memoriam Andrés Aubry, Universidad de la Tierra, diciembre de 2007, http://enlacezapatista.ezln.org.mx/2007/12/15/parte-iv-gustar-el-cafe-el-calendario-y-la-geografia-de-la-tierra/a

[7]. Cf. Resistencia autónoma, 2014: 8-9.

[8]. La noción de “cargo”, entendida como “servicio a la comunidad”, tiene una fuerte raíz en las prácticas tradicionales de los pueblos indígenas, sobre la cual no puedo insistir aquí.

[9].   Cf. Resistencia autónoma,2014: 8.

PRECIADO: El burdel del estado

lundi, février 1st, 2016

El burdel del estado

Beatriz Preciado

 

PRECIADO: ¿La muerte de la clínica?

lundi, février 1st, 2016

¿La muerte de la clínica?

Paul Beatriz Preciado

En El nacimiento de la clínica (1963), Michel Foucault sugería que a cada modelo de poder corresponde un cuerpo sano y enfermo, una forma específica de gestión de la sexualidad y de la reproducción, una espacialización de las diferencias en la ciudad y una utopía de inmunidad nacional. ¿Cuál sería este modelo de gestión somatopolítica que caracteriza a las sociedades neoliberales contemporáneas?
Por una parte, las técnicas de apropiación y esclavismo, la gestión de la sífilis y la patologización de la locura y la homosexualidad — que caracterizaron los siglos XVIII y XIX- se ven hoy desplazadas por nuevas técnicas de gestión de la migración, de cuerpo seropositivo y por la patologización y la producción mediática de la discapacidad, del autismo, de la obesidad, de la infertilidad, de la intersexualidad o de la transexualidad. La heterosexualidad como técnica de procreación naturalizada y legitimada políticamente, ha dejado paso a la comercialización de tecnofluidos y de materiales genéticos. La figura del cuerpo endeudado, como bien ha escrito Maurizio Lazzarato, emerge de la condición neoliberal.
Las políticas feministas y homosexuales de los años 70 del pasado siglo se caracterizaron por un esfuerzo en entender eso que Foucault llamó el « nacimiento de la clínica », buscando desmantelar sus instituciones disciplinarias: la familia, la escuela, el hospital, la prisión o la fábrica.
Sin embargo, el contexto político ha cambiado radicalmente: la nueva gestión neoliberal, la economía de la deuda y los recortes de servicios sociales anuncian una intempestiva muerte de la clínica. Paradójicamente, este derrumbe de las instituciones disciplinarias anuncia un insólito proceso de privatización y transformación de la clínica en industria farmacopornográfica.
¿Cómo entender este desplazamiento? ¿Cuáles son las nuevas formas de activismo y los lenguajes críticos capaces de hacerle frente?